jueves, 5 de julio de 2012
Mapa en cajita de musica
Mi abuela María tenía una cajita de música. Cuando yo era chica eso era algo mágico. No era cualquier cajita. En la tapa tenía la imagen de la gruta de Capri y cuando la abrías estaba forrada en terciopelo rojo. Al costado, chiquita y dorada estaba la cuerda, que cuando la dabas vuelta hacía un ruidito que ya te hacía palpitar el corazón. Algo increíble estaba por suceder. Comenzaba la música. No era cualquier música, era Torna Surriento.
Un mundo de emociones y sentimientos irrumpía en el ambiente , siempre silencioso, de su pequeño departamento.
Lo digo y me doy cuenta de que estamos tan rodeados de música hoy día que no se si se puede entender la dimensión que aquel pequeño gesto tenía hace cuarenta años. Para escuchar música tenías que tener un wincofon , es decir un tocadiscos. La radio pasaba música si lograbas sintonizarla bien y estabas ahi a la hora adecuada.
E tu dici: "Parto, addio!"
T'alluntane da stu core,
da la terra de ll'ammore,
tiene 'o core 'e nun turná?
Algo diferente pasaba ahi. Nápoles, la nostalgia, el dolor , la súplica , el drama . Ella no decía nada, pero en su corazón sucedían cosas que yo nunca había visto en mi pequeño mundo. El dolor estaba allí, al borde de todo, un paso antes de su amabilidad y paciencia, un segundo antes de sus elegidas palabras. Nunca la oí levantar la voz, incluso cuando la loca de mi vieja la atosigaba con acusaciones irracionales de esas que ella solía desarrollar a montones y sin anestesia.
Mi mamá tenía bronca y ella la escuchaba desde un mundo lejano en el que aún vivían los que había querido. Viéndolas yo comprendía la diferencia entre el amor y el odio. Aprendía también que la vida estaba llena de sentimientos, de drama, de decisiones bien o mal tomadas y que no siempre dos más dos es cuatro.
En casa de mi abuela María el mundo era más grande que en cualquier otro lugar, a pesar de que el departamento no debía superar los cuarenta metros cuadrados. Quizás fue allí que comencé a entender que el universo más extenso es el que llevamos con nosotros, y que soltar las cosas materiales agranda el espacio del alma.
Lo que tenemos es solo para ayudarnos a entrar en el mar de la vida, para no quedarnos en la orilla. Ella estaba terminando su vida, estaba a punto de vovler a Sorrento, a la tierra del amor.
Yo tenía entonces todo por comenzar, sin embargo estar a su lado me ayudaba a ver el fin del camino. Antes de eso había mucho por recorrer de modo que me llevé en el alma el mapa para llegar a destino:
Mirá el mar que es hermoso e inspira tantos sentimientos
Mirá los jardines, sentí el perfume de los naranjos que es tan suave que llega al corazón
Mirá el mar de Sorrento que esconde tantos tesoros.
Entonces volvé, no me dejes. Haceme vivir.
No te alejes del corazón. Volvé a la tierra del amor.
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