No podía ser peor que la semana que pasamos sin luz y sin agua durante un calurosísimo mes de enero cuando mis hijos tenían alrededor de diez años. En esa época nos sentábamos a la luz de las velas y reemplazábamos el familiar sonido del televisor por una ronda de chistes malos y cuentos de terror.
¿Cuánto podía durar el corte de gas? Unos días ... como mucho un mes. En fin, es verano, pensamos, nos podemos bañar con agua fría o recurrir a la solidaridad ajena o a las duchas del gimnasio. Podemos comer ensaladas, y por qué no, descubrir los recónditos secretos de la cocina con microondas, ese aparato que sirve para calentar el café o las sobras de comida, no la pizza porque queda gomosa.
Yo practicaba mi estoicismo decidida a que una circunstancia de poca monta no arruinara mi firme decisión de ser feliz mientras mi hija me decía: No puede ser que te lo banques tan tranquila, esto es desesperante.
Ochenta y siete días después, todos nos habíamos convencido de las virtudes del agua fría para activar la circulación y yo me había convertido en una experta cocinera en cocina de microondas. Hasta milanesas hice.
Mientras tanto el administrador del edificio nos explicaba que esto no era "sencillo" que había que hacer una serie de modificaciones que pedía metrogas. Merodeaban por el edificio una serie de muchachos que ostentaban el título de gasistas rompiendo paredes y colocando ventilaciones. Dos veces. Porque la primera vez lo hicieron mal y tuvieron que cambiarla por otra. Alrededor del día ochenta se presentaron en mi casa diciendo que seguramente como el edificio era viejo había que cambiar todos los caños que llevaban el gas a la cocina y que para eso tenían que picar todas las paredes hasta encontrar los caños porque la casa no tenía planos. Fue ahi cuando empecé a sospechar y decidí dejar de esperar la solución comunitaria y apersonarme en la oficina de Metrogas en donde me informaron que el edificio ya tenía gas y que me buscara mi propio gasista matriculado para habilitar mi departamento.
Otra odisea porque gasistas matriculados con tiempo disponible para ir a tu casa a conectarte el gas que te corta metrogas debe haber veinte para toda la ciudad , o a lo mejor un poco más pero digamos que descubrí que son un bien escaso. A lo que hay que agregarle que en este momento un gran porcentaje de hogares porteños está en la misma situación de corte de gas por necesidades de mejoras y presuntas pérdidas.
Me pasaron varios "datos". A esta altura ya había dejado de vivir mi vida y de lo único que me ocupaba durante el día era del gas, de lo único que hablaba con mis hijos, mis amigos, mi novio, la chica del mercadito, en fin con todos los seres humanos que me cruzaba, era del gas. Pensaba en el tema las 18 horas que pasaba despierta y las otras seis en las que dormía a medias porque me despertaba pensando en cómo mierda resolver este problema y volver a recuperar una existencia semi normal.
Cuando finalmente conseguí alguien que se dignara atravesar el umbral de mi humilde morada con el objeto de realizar un trabajo manual descubrí que, sin querer, había despertado el gigante dormido de la resignación comunitaria.
¿Por qué sospechoso motivo estaba actuando en forma individual?¿No debíamos todos aceptar las santas palabras de los delincuentes que había seleccionado el señor administrador y sufrir comunitariamente las consecuencias de su inoperancia?
Explicaciones. Explicaciones. Explicaciones. Explicaciones, tres días de llegar tarde al trabajo y más de ochocientos pesos me devolvieron el gas antes de cumplir los cien días de corte.
Para mis vecinos fue como una epifanía. A los pocos días un nuevo gasista comenzó a pasearse por los pasillos para hacer un nuevo presupuesto para ver si lograba resolver lo que los anteriores habían dejado sin terminar. De lo único que me ocupé es de aclarar que "no me tocaran el medidor" con tono de psico-killer.
Luego de esta experiencia incorporé algunas extrañas actitudes que supongo me duraran hasta la próxima catástrofe:
Aconsejo a todos los jóvenes sin rumbo que me cruzo por la vida que hagan un curso de gasista y se matriculen
Desconfío de todas las decisiones que toma el administrador del consorcio
Me quedo mirando un rato la llamita del gas cuando prende.
En fin, sí, creo que he desarrollado una veta contemplativa ...
jajjajajaja, muy bueno martus!!!!!
ResponderEliminarMale
jajajajajajajajajajajaja
ResponderEliminarahora apreciamos las "obviedades" de la vida cotidiana.
Gas no te vayas nunca!!!
rochi
genial relato amiga!
ResponderEliminarDani