Volar. Salir. Estar afuera.
Ventanas. Bancos. Barrotes. Cerraduras.
Para que no entre nadie desde afuera.
Ni se escapen los de adentro. Ni lo de adentro.
Nada. Ni ideas. Ni sentimientos. Ni miedos.
Sentarse a esperar que suene.
La salvación que viene de afuera.
Soñar, con que se adelante el timbre.
Que nos larguen. Que nos suelten.
Que nos dejen estar en otro lado.
En casa.
En la calle.
En la plaza.
En el cyber.
En algún lugar, por donde se cuele la vida.
En algún lugar, en donde no nos mientan.
Que no nos digan. Que está todo bien.
Que somos chicos.
Que nos falta mucho para morir.
Que tenemos la vida por delante.
Que somos el futuro.
La esperanza. Los sueños de los que no supieron vivir.
Ni soñar . Ni volar. Ni esperar. Ni tener ilusiones.
Volar.
Salir.
Estar afuera.
Que alguien nos desate.
De los pizarrones. De la tiza mal borrada.
De las voces huecas.
De los repetidores de palabras.
De los textos que no son libros. Párrafos estériles.
Esterilizados.
Para que no nos hagan mal.
Para que podamos digerir sin indigestarnos.
El pais.
La violencia. El miedo.
La mentira. La hipocresía.
La historia. Las mentiras de la historia.
La literatura censurada. Ideologizada.
Cambiada.
Cansada. Hasta cansarnos.
También a nosotros.
Que estamos bostezando y queremos gritar.
Que caminamos cuando queremos correr.
Correr. Saltar. Rebotar. Volar.
Hasta el cielo. Hasta el infinito.
Abran la puerta.
Por favor.
miércoles, 23 de febrero de 2011
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Tanto nos pasó esto en la infancia, que a veces, ahora que ya somos grandes, queremos que toque el timbre y nos salve para poder vivir. Vivir de verdad. Gracias Marta por lo que escribiste, es hermoso!!! Dios te cuide. Maria Celeste
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