domingo, 8 de junio de 2014

Laberinto

No llego a mi,
no entiendo dónde
ni cuándo me perdí.
Suena la alarma,
del celular
(no ya reloj despertador)
y me arroja
¿a la vida?
Un espacio de cielo
por la ventana
me desafía a más,
pero no hay
recorridos nuevos:
el café, la calle invadida
de gente impaciente;
el molinete de ingreso a la oficina
que me niega tres veces
hasta que comienza a funcionar;
la misma gente que no sabe
para qué se sienta en el mismo lugar
día tras día a esperar,
que llegue el viernes.
Tu mirada me envuelve,
cuando menos lo espero.
Sé que te amo,
es todo lo que sé,
y cuento los minutos
que me llevan a vos.
Hablamos del dinero
que no alcanza,
de los jefes
que no gobiernan,
de la injusticia,
y del miedo.
Soñamos con ser otros,
pero no tanto.
Pasan las semanas
y yo me enredo,
en mi propio laberinto
de causas perdidas,
y tiempos muertos.
Me estiro, saco un brazo
y el otro,
me incorporo
hasta ver la trampa
en toda su dimensión.