
Ansiedad, nervios, exigencias. Todo debe estar en su lugar, lo que voy a usar, lo que voy a decir, cómo me voy a parar, qué voy a mostrar, qué voy a ocultar y lo que es más importante aún, en qué escenario. Todos los días nos preparamos para nuestra vida como si participaramos de un reality show.
Y es posiblemente cierto, porque en cualquier momento alguien o nostros mismos considera que está viviendo un momento digno de postearse, y detiene su vida por un microsegundo para sacar una foto con el celular y subirla a algún lado. En el pequeño reality show que es mi vida elijo qué mostrar y qué esconder como parte de las tareas de la vida cotidiana. El pasado de moda festejo cumpleañero con la torta, las velitas y los tíos, abuelos y amiguitos trayendo algún regalito y jugando a “correr” ya no es aceptable. Mega peloteros, nintendos, videojuegos, animadoras, body painting ... todo es poco para sobresalir en la dura competencia por la mejor escenografía.
La escuela, la facultad y hasta la académica disertación de un científico ya no pueden permitirse ser simplemente un diálogo, un compartir esforzado y posiblemente aburrido de experiencias; ahi también llega el reality. Ya no se dan conferencias, ahora son presentaciones, tienen que sacudirnos, despertarnos, generarnos interés. La ciencia dice que la mayoría de lo que se escucha no se retiene, de manera que hay que buscar otros medios para reemplazar la voluntad individual de recorrer el camino de la pregunta y la apertura a la búsqueda de respuestas. No hay tiempo para esperar ese proceso. Tiene que ser ya. La máxima eficiencia para aprovechar al máximo esa hora en la que estamos siendo parte de nuestro propio reality show.
La despersonalización de la era industrial fue el tímido comienzo de un proceso que aún no termina. Decimos que somos de la generación digital, que ahora todo está al alcance de todos, nos llenamos de satisfacción viendónos una y otra vez en la web, tenemos más seguidores en una hora que la desafortunada Marilyn o que el mismo Gandhi.
Nos miramos al espejo de la web. No más introspección. No es necesario, ahora podemos ver nuestra imagen reflejada en un lago mucho más potente que el del pobre Narciso. ¿Seremos atraídos a él hasta hundirnos? ¿Desapareceremos a través de las exigencias de tener la última computadora, el mejor auto, la ropa de marca, los esmaltes de uñas de colores, el pan proteico con multicereales que nos garantiza la vida saludable?
Somos extrospectivos, creemos que basta encender las pantallas para conocernos. Conversaciones y más conversaciones, fragmentos de información que llegan entrecortados como piezas que vamos armando como podemos, rápido, sin detenernos demasiado, porque ya no hay tiempo.
Pensamos que la imagen de Carlitos Chaplin parado al lado de la cadena de producción mimetizándose con una gran maquinaria de hierro es cosa del pasado. Si tuvieramos que hacer una nueva Tiempos Modernos, el celular (mucho más práctico, de bolsillo) sería la gran maquinaria y, en vez de ajustar tornillos, estaríamos simplemente presionando la tecla adecuada.