viernes, 16 de julio de 2010

Extraños

Cuando te miro sé que no te conozco.
Ni siquiera un poco. Aunque la fantasía y la omnipotencia me digan que si.
Te cruzo en la calle o en la oficina.
Te conozco de hace dos días o de hace veinte años.
Me hablás , me decis cosas o incluso intentás que trabaje a tu lado.
Querés que hagamos cosas juntos o que tomemos un café.
Yo te digo que si, porque soy naturalmente dada a hacer "sociales".
Nos sentamos en alguna mesa, lejos de la puerta y hacemos de cuenta que sabemos lo que queremos.
Yo pido un café amargo y sin azúcar.
Vos , casi seguro que no.
Hacemos planes y nos contamos cosas.
Me entusiasmo y casi siempre hablo de más.
Me arrepiento. Me callo.
Nos sondeamos. Pensamos: ¿qué estará pensando? , e inevitablemente tratamos de controlar.
Me agoto. Me censuro. Me achico en el asiento y miro el reloj.
Cuento los minutos que faltan para salir huyendo.
Una vez más me encuentro con la chica esa que sabe que le da miedo la gente.
Y me pregunto ¿qué hago aquí?
Entonces miro tus ojos, llenos de vida, de deseos, de sueños.
Me conmuevo. Vuelvo a mirarte, no con la cabeza, con el corazón.
Ya no sos un extraño. Algo tuyo me quebró el alma. Me invadió.
Te cobijo. Te albergo. Te cuido.
Me asombro de tu historia tan igual y tan diferente a la mía.
Te reconozco.
Algo nuevo comienza.
Algo viejo termina.
Este también es un final feliz.