lunes, 27 de abril de 2009


Rompecabezas

Un rompecabezas tiene piezas
chiquitas,
confusas,
diminutas.
Piezas de colores.
Todas mezcladas.
Lleva tiempo saber
cuál es cuál .
Para qué sirve
cada una
o qué lugar ocupa,
qué es lo mismo.
A veces,
pongo alguna en el lugar equivocado,
y paso mucho tiempo,
dando vueltas alrededor
de una mentira,
o de un error.
Se me pierden,
no las encuentro.
Y yo, que naturalmente,
soy un desesperado,
me desespero.
Llego a pensar
que no existen
que vino fallado,
el rompecabezas.
Y que eso me pasa
justo a mi.
A mi.
A mi.
No a los otros
que compran rompecabezas completos.
Perfectos.
No.
A mi me pasa,
que las cosas me vienen falladas.
Hasta que al final,
cuando menos lo espero,
la encuentro,
a esa maldita pieza,
que parece que tiene vida propia,
que complota contra mi,
y no le importa,
que yo sufra
su ausencia.
Porque ella,
egoísta,
necesitaba esconderse un rato.
Hacerme pensar
que estaba todo mal,
que nada tiene sentido,
que los rompecabezas son
horribles máquinas
diseñadas para torturar,
llenos de agujeros,
que gritan:
¡Imperfección!
¡Vacío!
¡Soledad!

Un rompecabezas tiene piezas
chiquitas,
confusas,
diminutas,
que juntas,
a su tiempo,
nos muestran lo que son.
Y eso, es suficiente.